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Published on: Culture

Ayazamana

Ayazamana es un grupo que promueve y revitaliza las expresiones artísticas y culturales de las comunidades indígenas de los Andes en Nueva York. Sus fundadores y bailarines son un standarte de la comunidad migrante en los Estados Unidos. Comparten la riqueza cultural y también educan a las nuevas generaciones de Ecuatorianos- Americanos sobre su herencia cultural.

Les compartimos su historia:

Contenido original: Ecuayorker

El centro cultural Ayazamana en Queens comenzó como una iniciativa para apoyar al grupo de baile folklórico del cual tomaron su nombre y que ahora no solo promueven la cultura ecuatoriana a través de diferentes expresiones artísticas. 
Con la buena voluntad que se caracterizan instauraron un programa de baile abierto al público al cual le sumaron una versión para niños al igual que programas musicales y entre otros. En la misión de dar a conocer el folklore ecuatoriano en medio de una ciudad cosmopolita y llena de culturas como en New York, se propusieron como meta llevar a cabo eventos que resalten y eduquen al público sobre nuestras costumbres y tradiciones, meta que la han estado cumpliendo con éxito y reinventando por 6 años consecutivos. Para entender la pasión que tienen los que conforman la organización Ayazamana por nuestros bailes folklóricos tenemos que entender primero de qué se trata.

Cuando nos chocamos con la palabra folclore o en inglés folklore, es casi imposible no relacionarla con los coloridos textiles y artesanías de los pueblos indígenas o autóctonos de una región, pero va mucho más de un producto que ahora se lo ve como un souvenir o recuerdo de viaje. Como dice su etimología “folk” que significa pueblo y “lore” que significa “saber o conocimiento”, en otras palabras es el saber del pueblo, que es un tema tan amplio y maravilloso que hay carreras que se dedican exclusivamente a su estudio y preservación.
Pero, para no alargar el cuento, la RAE define brevemente al folclore como un conjunto de costumbres de carácter tradicional y popular mientras que el Diccionario Folklórico Argentino incluye a esta definición a las artesanías, bailes, chistes, costumbres, cuentos, historias orales, leyendas, música, proverbios y supersticiones de un pueblo o cultura.
Desde el extremo más remoto de la Patagonia hasta Rusia, en la otra esquina en el mapamundi. En todo lado existe un folklore que siempre será ese retornar a nuestras raíces, que sin importar donde te encuentres o de donde vengas siempre hará vibrar la memoria de nuestros genes ya sea al ritmo de un flamenco o un san juanito.

Alexander von Humboldt una vez escribió que los ecuatorianos somos seres raros y únicos, que dormimos tranquilos en medio de crujientes volcanes, que vivimos pobres en medio de incomparables riquezas y que nos alegramos con música triste. Pero olvidó mencionar que también le bailamos al sol en el Inti Raymi y al cuerpo de Cristo durante el Corpus Christi. Y es precisamente en la danza folklórica que juntamos armoniosamente lo que somos, lo que sabemos y lo que tenemos.

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Bailamos con la música creada con rondadores de carrizo, con nuestro maíz y nuestras flores sobre nuestras cabezas. Alardeamos nuestros guangos o trenzas. Nos decoramos el pecho con metales para celebrar la cosecha y al cóndor. Nos envolvemos en macanas tejidas por nuestras mujeres en telares de cintura con esos exquisitos bordados de infinitos colores donde dejan sus ojos. Y nos disfrazamos del único diablo que no significa maldad sino que representa esa lucha hacia la imposición católica, esa energía vital que hace que todo se recicle para dar vida a nuevos comienzos, el Diablo Huma.

En esa gran búsqueda de un pasado de donde nos remitimos cuando bailamos. Nos movemos con alegría y con melancolía y en cada paso que damos nos conectamos con nuestra Pacha Mama, y tejemos trenzas con cintas cada vez que nos entrecruzamos con nuestros compadres y comadres alrededor de un poste al que llamamos Tucumán.

Sí, somos un país pequeño pero con harta diversidad cultural y hartos pueblos con diferentes ritmos; bailamos desde la Bomba del Chota en Esmeraldas hasta el Yawi de los Shuar en la Amazonía.